28 de octubre de 2024

Reseña Histórica

Historia de la casona Pereira y Domínguez de la Ciudad de Villa María

Autora: Licenciada María Urbana C. de Mandrile.


fachada8Villa María es poseedora de un potencial agrícola-ganadero que la ubica por su población, cultura y riqueza, entre las primeras ciudades de la provincia y en un lugar de relevancia entre las importantes del interior del país, carece, quizá por su idiosincrasia y quehacer, del conocimiento de su pasado por parte de muchos habitantes.

Puede explicarse entonces el desconocimiento en algunos casos de la historia de sus edificios, de sus monumentos o la razón del nombre de sus calles. El hecho es común en todas las ciudades del interior que nacieron al influjo del ferrocarril, en este caso del Central Argentino y que rápidamente fueron pobladas por la inmigración preferentemente italiana que poco sabía de la historia del lugar, de sus gentes, de sus primeros pobladores. Evidentemente otras eran sus inquietudes.

Entre los primeros edificios de relevancia de la ciudad y el único que se conserva aún con características de monumentalidad y en muy buen estado de conservación, a punto tal que al admirarlo no puede menos que sobrecoger el espíritu imaginando su pasado, es el llamado edificio o palacio Pereira Domínguez, también llamado “La casa de los Pérez Pereira”, que se levanta orgullosa e imponente, como mudo testigo de épocas que ya pasaron, en la esquina Oeste de la intersección de calle Corrientes con Avenida Mitre, de la ciudad de Villa María.

Es el único testimonio edilicio de vieja data de la ciudad, de cómo era ella, según su máxima expresión de jerarquía en el siglo pasado.

Como veremos más adelante, se trata de una vieja casona mandada construir por una figura relevante de las primeras épocas de Villa María: Don Joaquín Pereira Domínguez, no diremos el fundador, pero sí el refundador de la ciudad, por ser quien en sus primeros años como núcleo poblacional, más bregara y luchara por su progreso y venturoso porvenir.

Su dueño la construyó para sí como demostración cabal de su fe en el desarrollo de la incipiente villa. Posteriormente, por sus distintos destinos, primero residencia de su familia, luego sede del Obispado de Villa María, Biblioteca y Concejo Deliberante Municipal, fue el ámbito circunscripto por sus viejos muros, donde se trataron y resolvieron muchas de las cuestiones trascendentes que hicieron a la historia de la ciudad.

Debo agradecer a los descendientes del insigne hombre público que en vida fuera Joaquín Pereira Domínguez y de su dignísima esposa Doña Elisa Cardama de Pereira, sus nietas que viven en la ciudad de Córdoba, señora Lidia Amparo Emerson Pereira de Setién y señoritas María Elisa, Susana y Sara Elena Pérez Pereira, sin cuya colaboración en cuanto a relatos y material gráfico no hubiese sido posible en gran medida este trabajo, como así también los datos precisos que aportaron en cuanto a su familia, en muchos de cuyos aspectos se carece de material bibliográfico.


Villa María

No hubo acto formal de la fundación de Villa María. En la creación de pueblos y ciudades originales por el establecimiento de la estación del ferrocarril, se prescindió de dicha fórmula. Sólo puede mencionarse como fundación de la ciudad de Villa María el acto por el cual el propietario de la antigua estancia “Paso de Ferreyra”, Don Manuel Anselmo Ocampo, apodera, ante escribano público de la ciudad de Córdoba, a Don Pablo Barrelier para que venda sitios que le pertenecen en el lugar denominado “Paso de Ferreyra” en el cual “debe fundarse un pueblo” y hacerse la estación del Ferrocarril Central Argentino. Ello ocurrió el 4 de Julio de 1867. Aunque también podría ser considerado acto formal de fundación el replanteo en el terreno del plano del pueblo que por orden del fundador Don Manuel Anselmo Ocampo confeccionara el ingeniero Santiago Echenique.

El acta levantada en esa oportunidad, donde además de certificar la delineación del pueblo, da sus coordenadas cartográficas, está fechada el 10 de agosto del año referido. Un ejemplar del plano del primitivo trazado de Villa María lo conservan mis entrevistadas señoritas Pérez Pereira. Es decir, antes de la fecha antedicha no podía haber pobladores en Villa María. Sólo personas en tránsito como los operarios de la construcción del ferrocarril, ya que la escritura de venta de los terrenos necesarios para sus servicios, está fechada el 14 de junio de 1867. Este terreno había sido medido y amojonado siete días antes. La aprobación del plano se solicitó el 25 de septiembre de 1867 y el Gobierno de la Provincia emite el dispositivo pertinente, decreto firmado por el gobernador Mateo J. Luque, tres días después. La primera venta se opera el 6 de agosto del mismo año a un señor Manuel Irigoyen y comienzan así a llegar los primeros pobladores a la nueva villa, nacida a la vera del Central Argentino, en la margen izquierda del Río Tercero, frente a la existente población de Villa Nueva y que nació puede decirse entre el 7 de junio y 28 de septiembre de 1867.

Los comerciantes Garmendia y Lacasse fueron los primeros en establecerse. Lo hicieron abriendo una casa de comercio, obviamente la primera que existió. Luego llegaron otros pobladores, en su mayoría españoles e italianos, muchos de cuyos apellidos podemos encontrarlos en sus descendientes todavía afincados en la ciudad. Los pioneros fueron: Juan Liprandi, Bernardo Fernández, José Sugasti, Joaquín Pereira Domínguez, Marcelino Arregui, Alejandro Voglino, Domingo Villasuso, etc.


Joaquín Pereira y Domínguez

Figura destacada de los primeros años de Villa María, asume roles protagónicos en todo cuanto significa un adelanto y progreso en la naciente población.

De un apunte en una pequeña libreta de “Recuerdos” -así lo llama quien lo escribió y que me fue facilitada por la familia- pude conocer que había nacido el 30 de diciembre de 1847 en la Parroquia de San Salvador de Sotomayor, Obispado de Tuy, provincia de Pontevedra, España. Su padre fue Juan Manuel Pereira Cárdenas, alcalde de Sotomayor y escribano mayor del Reino de España, y su madre Doña María Domínguez Lusquiños. Se unió en matrimonio con Doña Elisa Cardama de Pereira, que fue quien con su descendencia, en definitiva, habitaron la casa que nos ocupa hasta que se transfirió al Obispado de Villa María. Fue ella, distinguida dama, que lo secundó en todas sus iniciativas de impulso a toda actividad que significara bienestar de los habitantes de aquel núcleo primigenio de población que constituía por aquel entonces la hoy importante ciudad de Villa María, y que con el fin de verla crecer alentara y ayudara de su propio peculio a todos cuantos quisiesen afincarse.

Doña Elisa Cardama de Pereira había nacido en la Villa de Redondela, Obispado de Tuy, Provincia de Pontevedra, el 26 de Octubre de 1858. Sus padres fueron Ramón Cardama Iglesias y Josefa Calvete. El casamiento se celebró en la Parroquia de San Salvador de Sotomayor el 12 de abril de 1875.

Don Joaquín Pereira Domínguez desde joven se encontraba trabajando en Villa Nueva, luego de haber abandonado sus estudios en España. Con clara visión del porvenir se traslada a Villa María y en sociedad con Marcelino Arregui en la porción de 2/3 proindivisos para el primero y 1/3 para el segundo, compran en condominio en la suma de 27.000 pesos bolivianos, a Don Manuel Anselmo Ocampo, el 11 de octubre de 1880, la propiedad y posesión de casi todo el radio urbano de Villa María. Se incluían además todos los campos inmediatos, aproximadamente dos leguas de Norte a Sur por dos leguas de Este a Oeste. La fecha dada corresponde a la escrituración labrada en la ciudad de Córdoba. Anteriormente se había firmado el boleto de compra-venta el 20 de agosto del mismo año en la ciudad de Rosario de Santa Fe. Hasta las fechas dadas solamente cuarenta solares había vendido Ocampo.

Pereira Domínguez se lanza a su tarea. Instala comercios, funda empresas, dona terrenos para la Iglesia Parroquial, hoy Catedral, cementerio, etc. Es elegido presidente del Primer Concejo Deliberante. Es miembro de muchas comisiones de fomento, es el “gran constructor de las horas iniciales”, según Pedernera. Interviene decididamente en toda obra de bien público y es factor decisivo en el rápido crecimiento de la ya floreciente población, hasta que muere trágicamente asesinado. Se cree que lo fue por diferencias personales, el 13 de noviembre de 1890.

Había ya construido su residencia en la esquina mencionada de calle Corrientes y Avenida Mitre donde nacieron sus 9 hijos de los cuales sobrevivieron 4. Los demás murieron a poco de nacer. Sólo dos hijas dejaron, a su vez, descendientes. Elisa Pereira Cardama, nacida el 16 de abril 1876 y de cuya unión con el escribano Elvio Pérez, nacieron tres hijas: María Elisa, Sara Elena y Susana Pérez Pereira, que viven en la ciudad de Córdoba y fueron mis entrevistadas. En la casa donde residen, llena de recuerdos, lucen impecables muchos de los muebles, arañas, etc. que pertenecieron a la vieja casona, amén de otros documentos históricos de relevante valor, como por ejemplo el ya mencionado plano original de la ciudad de Villa María, retratos familiares y fotografías. Las tres señoritas que acabo de mencionar moraron la casa antes de que pasara a poder del Obispado.

La segunda hija, que sobrevivió muchos años, de aquel matrimonio, fue María Pereira Cardama, casada con un señor de nacionalidad inglesa de apellido Emerson, vinculado al Ferrocarril Central Argentino; tuvieron 5 hijos, 4 varones y una mujer. Esta última, Lidia Amparo Emerson Pereira de Setién, es otra de mis entrevistadas y vive también la ciudad de Córdoba.


La residencia

No fue posible encontrar en los archivos municipales de Villa María el plano original de la casa. Seguramente no fuera una exigencia su presentación en aquellos tiempos. No obstante puede deducirse del apunte de “Recuerdos” que fue construida entre 1882 y 1883. Su trazado en el terreno, hecho a escuadra y cordel, como así también su construcción, fue ejecutada por albañiles que indudablemente eran conocedores y expertos en su oficio. No se podía ya saber si los planos fueron confeccionados por profesionales de la ingeniería. En aquel tiempo no había arquitectos en el interior del país ni tampoco ingenieros en Villa María, aunque es muy probable que Pereira Domínguez los haya hecho hacer en Córdoba o en Rosario o tal vez en España, con la cual mantenía permanente contacto.

La construcción, de buena mano de obra, fue realizada totalmente en mampostería de ladrillos, con puertas y ventanas, que aún funcionan, de óptima calidad. La carpintería, como así también los perfiles de hierro que sostienen el techo, ornamentos en general, los materiales sanitarios, fueron con toda seguridad comprados en la ciudad de Rosario. Esta, por su industria y su puerto, en aquellos años abastecía de materiales a casi todas las provincias mediterráneas.

El techo está armado con el sistema de bovedillas de ladrillos, que trabajan por efecto de arco, descargando su peso y el de la sobrecarga en las vigas de hierro, que a su vez, transmiten la carga a las paredes, robustas, casi todas de 0,30 metros de espesor, que descansan sobre sólidos cimientos. El conjunto se encuentra sobreelevado del nivel del terreno unos 5 escalones, lo que le confiere jerarquía y está retirado de la línea de edificación municipal unos 8 metros. Esto provoca la impresión, al acceder, de encontrarse en un ambiente de calma, serenidad y sosiego, casi diría como si el tiempo no hubiese transcurrido.

La disposición en planta no es novedosa, responde al esquema clásico de las viejas residencias de la época. Una entrada construida por una galería, luego un pasillo o zaguán y de allí a un ancho patio de servicio pues desde allí se comunicaba con la cocina, despensa, habitaciones de la servidumbre, etc. Posteriormente se encuentra, comunicado con él, otro, que serviría seguramente para cochera y caballeriza.

A la derecha de la entrada se encontraban dos grandes salones de recepción y una pequeña salita de espera o escritorio y a la izquierda los dormitorios. Este esquema sufrió modificaciones luego del traspaso de la propiedad al Obispado de Villa María, que debió adecuar el edificio a sus necesidades. Varias habitaciones fueron destinadas a oficinas y se construyó en la parte posterior una segunda planta con comodidades para la residencia del señor Obispo. La ampliación fue hecha en el año 1960.

El estilo de la casa es neoclásico-francés advirtiéndose un gran valor arquitectónico en su fachada. Ésta es modulada, con los paneles de cada módulo remarcados que caracterizan este tipo de construcciones. Las aberturas son rectangulares, casi cuadradas, no muy altas y también se encuentran remarcadas. En el plano exterior se destacan cuatro columnas iguales, dos centrales señalando la escalinata de acceso y dos enmarcan con la cornisa superior la galería de entrada. Las cuatro columnas son corintias, se observan en sus capiteles hojas de acanto y constituyen, como ya se dijo, con la cornisa, el pórtico, que en su parte superior luce balaustradas. Los balaustres son de arte románico y se observan en el remate del pórtico pues en el resto de la casa sólo se ve un parapeto, aunque siempre proporcionado.

Así como en planta es fácil deducir que la casa fue concebida siguiendo el esquema típico de una casa romana, ese lineamiento es predominante también en los detalles. En efecto, a la galería cubierta de entrada se accede por una escalinata de pocos escalones de mármol de Carrara, con barandas del mismo material y cuerpo de balaustres que continúan, una vez concluida la escalera, hacia los costados.

Todo el conjunto se encuentra sobreelevado aproximadamente un metro o 1,20 metros del terreno circundante, dando jerarquía y monumentalidad al conjunto, que se realza al sobresalir del remate de la balaustrada superior, en las esquinas y en la vertical de las columnas, ocho copas, también de arte románico.

La decoración de los salones interiores era típicamente francesa y estaba constituida por paredes divididas en paneles encasillados y empapelados. La galería de entrada y el zaguán tenían piso de mármol, en el resto de las habitaciones piso de madera, soportado por tirantería del mismo material. La casa en su parte exterior está revocada a la cal y las columnas con revoque enlucido. La fachada está pintada en dos tonos beige, oscuro y claro, para resaltar los elementos estructurales de la composición.

Fue sin duda la casa el centro de las reuniones sociales de toda una época. La mansión señorial, dado el lugar prominente que ocupan sus dueños en la joven ciudad, conoció años de inmensa dicha. Sus salones se abrieron resplandecientes para sus innumerables amigos del lugar y de España.

Ensombrecida la vida familiar por la trágica desaparición del jefe de la familia, su esposa, Doña Elisa Cardama de Pereira, al decir de José Antonio Pedernera, con mayor munificencia aún que Don Joaquín, si cabe, fue la primera en ayudar a toda inquietud de interés general y la más caritativa dama que se recuerde. Nadie llamaba en vano a su puerta. Ninguna obra de carácter social o religioso ha dejado de contar con su generoso concurso y adhesión. Hizo fuertes donaciones para el entonces Templo Parroquial, hoy Catedral, el Hospital Pasteur e innumerables escuelas. El Patronato de la Infancia conoció de su bondad y la nombró oportunamente Presidenta Honoraria al igual que la Sociedad Española. Sus hijas y sus nietas, imbuidas del mismo espíritu benefactor de sus antepasados, se prodigaron también en generosas entregas espirituales, materiales y de trabajo personal en pos de ayuda al necesitado y del avance general y sin pausa de la ciudad. Así fue como la Comisión de Damas del Hospital Pasteur las contó varias veces en sus comisiones directivas y como muchos de los edificios públicos con que cuenta Villa María fueron construidos en solares por esta familia donados. Fue la casa también, durante muchos años, el hospedaje obligado de distinguidísimas personalidades que visitaban el lugar. Villa María debe aún a Joaquín Pereira Domínguez, Elisa Cardama de Pereira y sus descendientes, grandes servicios que con tanto desprendimiento prestaron.


Nuevos tiempos

Agotada ya, en gran parte, la inmensa fortuna de los Pereira Cardama, la vieja casa era habitada por escasos descendientes en el año 1951. El día 22 de marzo de ese año, fallece Doña Elisa, con el respeto y la admiración de la ciudad que tanto amó y que fuera testigo de su bella y venerable ancianidad.

Poco después, el 11 de Febrero de 1957, el Papa Pío XII crea por la Bula “Quandóquidern Adoranda” la Diócesis de Villa María.

El Superior Gobierno de la Nación, otorgó el pase a dicha Bula el 24 de mayo de 1957 por decreto Nº 5.433, firmado por el presidente Aramburu. Fue designado primer Obispo, Monseñor Alberto Deane, que se hizo cargo el mismo día de la ejecución de la Bula, el 4 de julio de 1957; fecha en que empezó a funcionar canónicamente la Diócesis.

Por la escritura labrada en Villa María, el día 1 de junio de 1958, ante la escribana Josefina González, María Elisa Pereira de Pérez y María Elisa Pérez Pereira, en esa época ya domiciliadas en la ciudad de Córdoba, venden al Obispado de Villa María, representando en ese acto por su Obispo Monseñor Doctor Guillermo José Deane, cuyo nombre en religión es Alberto Deane “el terreno y la casa en él construía, designada en el número 90 de la Calle Bartolomé Mitre del trazado urbano de la cuidad de Villa María, Pedanía… etc.”. Herederos de Doña Elisa Cardama de Pereira, resultaron su hija María Elisa Pereira de Pérez, sus nietos Enrique Howard y Alberto Guillermo Emerson y Lidia Amparo Emerson de Setién y además, como legataria, hereda también una parte de la casa la Señorita María Elisa Pérez Pereira. Posteriormente, María Elisa Pereira de Pérez y su hija María Elisa Pérez Pereira permutan con los señores Emerson, las partes indivisas que poseen de este bien, por otros derechos y acciones que a su vez les ceden en otro inmueble, quedando como únicas propietarias de la casa. Es por ello que aparecen como vendedoras al Obispado con exclusión de todo otro heredero.

Monseñor Alberto Deane, habitó la casa hasta su renuncia por motivos de salud, haciéndose cargo de la Diócesis Monseñor Cándido Rubiolo, quien se desempeñó desde el 3 de julio de 1977 hasta el 22 de noviembre de 1979, fecha en la cual se produce su traslado al Arzobispado de Mendoza, sucediéndole interinamente con el cargo de Vicario Capitular, Monseñor Avelino Antuña hasta el día 18 de mayo de 1980, día en que tomó posesión como tercer Obispo Monseñor Guillermo Disandro.

Por ordenanza municipal Nº 1.858 del 13/10/82 autorizada por la resolución Nº 1.351 de la Subsecretaría de Asuntos Municipales de la Provincia de Córdoba, se aprueba la transferencia de varios lotes municipales, que se obtienen a su vez de otra permuta con el Banco Social de Córdoba, al Obispo de Villa María, en compensación de lo cual éste transfiere a la Municipalidad, el terreno y la casa en él construida, sede del Obispado. Funcionó la Biblioteca hasta la inauguración de su nuevo edificio. En la actualidad es sede del Concejo Deliberante.

B


 

FacebooktwitterredditpinterestlinkedinmailFacebooktwitterredditpinterestlinkedinmail